


Un episodio del vivir cotidiano
En un restaurante de montaña reviso el menú a ordenar, en realidad algo ligero con un poco vino rojo, que ya me sirvieron. Después tengo intención de recorrer algunos senderos del lugar.
Estoy en eso cuando en la mesa del frente, distanciada de la mía por el covid 19, se sienta una pareja con un perro, el cual educadamente se sienta cerca de su patrón, quien lo amarra a una pata de la mesa. El perro me da la espalda, es de orejas largas algo así como Pluto; observo distraído la imagen, cuando pasa por mi lado una gorda contundente en compañía de otras personas y comienzan a ubicarse en la mesa al lado de la copia del perro.
Sólo que, por estas cosas de la vida, la gorda está de pie preparándose para ocupar la cabecera de la mesa, y justo al lado del perro. Entonces veo que la gorda lleva unos pantalones cortos y muy estrechos que marcan un par de posaderas muy contundentes, diferenciadas en profundidad por la línea central donde el pantalón se zambulle. Este bien de Dios está a centímetros del perro que sigue en la misma posición, cabeza y traste en líneas paralelas y a centímetros de distancia.
Reflexiono que el perro tiene cerca de 300 millones de terminaciones nervosas en su agudísimo olfato. Termino esta breve reflexión cuando el perro se vuelve lentamente, su portentoso órgano olfativo recorre la primera nalga de la gorda, casi distraídamente, se detiene una fracción de segundo al centro de la fractura posterior de la gorda, antes de cruzar la segunda nalga, siempre distraídamente. Es el momento en que yo me digo “vida de perro” cuando cruzamos nuestras miradas, él con sus largas orejas a lo Pluto, ojos aburridos y lengua afuera. Nos miramos y le digo, dentro de mí, “nos hemos entendido, amigo”, y sonrío divertido mientras sorbo el vaso de vino.
y comenta
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Muy bien escrito, con ironía y qué mejor amigo, que no sea un perro.No pensé en ofender a nadie, porque la mujer no se enteró de nada, ni del perro ni de este escribidor. De haber sido cualquier humanoide a su puesto nada habría cambiado, porque, en mi intención era un asunto entre el perro y yo, je! Gracias a todos por los comentarios.Crónica divertida, Manro. Y al mismo tiempo sin piedad para la pobre mujer.De lo mas original de hoy muy entretenido sólo lo del covid19 no lo veo necesario Saludos ...Qué malo! ... no el relato, sino tú! Jajaja!
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Es más bien un intento de ejercicio donde se mezclan algunos planos mentales con la irrumpción del elemento fantástico.