El ocaso agonizaba en el horizonte bajo el ominoso sello de Venus, el manto celestial se abría paso cargado de ignotas estrellas y el eco de tiempos abismales parecía tragarse las sobras de un vespertino vuelto tinieblas. Carmen no sabía cuánto tiempo habría pasado desde que sus ojos se sumergieron dulcemente en aquella ventana, aquel paisaje diáfano mesmerizaba su alma. El arduo crepúsculo empezaba a tragarse las nubes en el horizonte. Las leyes del karma no son fáciles de interpretar y el alma humana puede sumergirse en vástagos y lúgubres vacios… pero en ocasiones la memoria olvida por piedad.
La luna danza sobre las lánguidas nubes, la hora se acerca… ha llegado el tiempo… mientras el plenilunio sofoca mi alma, dejare mi historia a los vientos. Han pasado ya seis noches desde que vino a mí… Era una noche estrellada el cazador resplandecía con majestuosidad, yo simplemente contemplaba desde mi ventana y dejaba volar mis manos sobre las melancólicas teclas del piano. Pasaba ya la media noche cuando a lo lejos distinguí una figura que se acercaba por el sendero que se extiende frente a mi casa. Cuando se hubo acercado lo suficiente al jardín la luz de la luna me permitió ver que se trataba de una mujer, un cabello negro y largo se extendía por su cuerpo y un hábito negro la envolvía desde los hombros hasta sus pies, al parecer venia forzando su paso y de inmediato me aproxime al jardín. Y estuve cerca a ella…